lunes, 6 de junio de 2011

X MEN: PRIMERA GENERACIÓN de Matthew Vaughn

 RECONCILIACIÓN CON EL PASADO

De la mano de Matthew Vaughn nos llega la (ya) quinta película de los superheróicos mutantes de la Marvel, esta vez narrándonos una versión apócrifa, aunque igualmente disfrutable, de los orígenes de la longeva patrulla X. Vaughn, productor habitual de Guy Ritchie que dio el salto a la dirección trazando una ecléctica filmografía (Layer cake, Stardust y Kick ass), parece buscar con este X-MEN: Primera Generación la reconciliación con los primeros títulos de la saga (dirigidos con brillantez por Bryan Singer), alejándose de la fútil hipertrofia de la tercera entrega y del aborrecible spin-off protagonizado por Hugh Jackman, Lobezno. Por esto mismo, el resultado final despierta sentimientos contradictorios: la satisfacción de atestiguar como una digna saga lucha por redimirse y la frustración al comprobar que no acaba de conseguirlo.

Ambientada en los convulsos 60 de la Guerra Fría, la película nos narra la historia de Charles Xavier y Erik Lehnser (futuros Profesor X y Magneto), dos mutantes que se alían para formar un grupo de súper-jóvenes con habilidades especiales que trabajarán para el gobierno para resolver situaciones de crisis internacional. Y probablemente sea el alambicado trazado de la relación entre estos dos personajes, que acabarán convirtiéndose en acérrimos enémigos, el punto fuerte en la trama de la película, culminando en un clímax que no por ser ya conocido resulta menos poderoso. Sin embargo, el resto de personajes, incluyendo una joven Mística que dista mucho del prototipo de femme fatale de los títulos predecesores, deambulan por la película con cierta aleatoriedad, protagonizando instantes encomiables pero sin mayor trascendencia.

Como visión general, es de agradecer el regreso de la saga a la inocencia y frescura de los primeros títulos, subrayando un original primer acto en el que Erik, sediento de venganza, persigue a antiguos generales nazis alrededor del mundo y que remite más al cine de espionaje a lo 007 que a las películas de superhéroes. Pero la magia de la historia se desvanece en los constantes esfuerzos por reafirmar su epicidad con frases innecesariamente sentenciosas y las constantes y no muy elaboradas referencias a sus predecesoras. Y sobre todo se echa en falta la sobriedad y el ingenio narrativo (marca de Bryan Singer) que encumbró a las primeras películas como dignos y elegantes divertimentos (con alguna sorprendente excepción, véase la transformaciión de Hank McCoy en su alter ego Bestia).

Simpática y juvenil versión de los X-men que, pese que se disfruta e incluso llega a emocionar, nos deja la sensación de que podría haber sido bastante más.

(Especial atención a un tontuno pero tronchante cameo de la película. No digo más.)

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